Con el fin de conocer la
enseñanza universitaria de la teoría de la comunicación, la universidad
complutense de Madrid, a través del grupo de investigación mediación dialéctica
de la comunicación social (MDCS), que honro en dirigir, con el auspicio de la
asociación española de investigadores de la comunicación (AE-IC), promovió una
encuesta en el mes de febrero del 2009 , que fue contestada por 237
universidades de Europa y América Latina con la participación de 363 profesores
de más de 40 países, a fin de conocer los perfiles de enseñanza de la teoría de
la comunicación/información en las universidades Europeas y Latinoamericanas.
La encuesta centro su atención
en los siguientes aspectos de la docencia en teoría de la comunicación:
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En primer lugar, por las
ciencias de la naturaleza hemos llegado a comprender, precisamente, como la
comunicación permite a los seres vivos ir configurando un dominio de existencia
propio, al que se incorporan en forma recíproca y dialécticas las habilidades
de la especie y las oportunidades que se brinda en torno (cfr. Maturana y
Valera 1995 y 1996).
En segundo lugar, por las
ciencias humanas entendemos como la comunicación llega a ser un comportamiento
especifico determinante en la evolución del individuo (cfr. Vigotsky 1988).
En tercer lugar, hemos llegado
a comprender, además, como la comunicación es el universo respecto al cual
adquieren vida y vigencia las reglas del lenguaje, las normas de la lengua y
los discursos expresivos; pero que, recíprocamente también, reglas, normas y
discursos, contribuyen a enriquecer y reproducir el universo de la comunicación
(cfr. Deacon 1997).
En cuarto lugar, por la
arqueología y las ciencias etnográficas sabemos cómo la escritura y su
evolución cultural muestra esa dialéctica entre comunicación y lenguaje,
promoviendo la reproducción del conocimiento socialmente vigente, de generación
en generación (cfr. Garfinkel 1967).
En quinto lugar, con la
experiencia de la escritura llega el titubeo sobre la mejor adecuación entre
expresiones y representaciones y que estas dudas aparecen tanto si se considera
el desarrollo del individuo, como la evolución de las culturas (cfr. Lozano
2006).
En sexto lugar, van cambiando
históricamente estos criterios de verdad como se aplican al propio “discurso
histórico”, el cual proporciona las claves para ubicar en el tiempo y el
espacio y el acontecer de la comunidad propia y de sus ajenas (cfr. Ranke 1954,
Bacherlad 1973).
En séptimo y último lugar, la
reflexión científica sobre la comunicación como objeto de estudio a llevado a
repensar el orden natural y el orden social desde la propia practica social de
la comunicación (cfr. Laydesdorff2003; Lozano 2006, cap 8).
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